Hace unos días asistí al acto de graduación de un
máster que se imparte en una de las escuelas de negocios más prestigiosas del
mundo. En una de las ponencias, uno de los responsables del organismo educativo
resaltaba como indicador de la calidad del máster y de la escuela, el elevado
número de nacionalidades que había entre sus alumnos. Este hecho, nos decía,
preparaba extraordinariamente a los alumnos para trabajar en importantes
empresas que, en un mundo global, cada vez más mantenían relaciones con
clientes y empresas de otros lugares de nuestro planeta. Por otro lado, dentro
de la propia empresa, una formación “multicultural” favorece la relación entre
los trabajadores desembocando en una mayor eficacia y satisfacción personal.
En todos los niveles educativos, convivir en las
aulas con nacionalidades diversas forma mentes abiertas, capaces de adaptarse a
personalidades diferentes, a todo lo que implica otra cultura, otro idioma…Y
parece que esto es un requisito fundamental para llegar a ser los profesionales
que demanda cada vez más nuestra sociedad. Y no sólo la diversidad en cuánto a nacionalidad. Es
igual de enriquecedora la variedad natural que encontramos dentro de un mismo
país de origen: costumbres, sexos, lenguas y dialectos, y la propia diversidad
originada por la familia de la que procedemos, amigos, experiencias, etc.
No creo que haya ningún padre que no quiera que su
hijo/a esté preparado para ser un buen profesional en el futuro y desarrollar
la carrera laboral que desee. Por lo tanto no entiendo cómo hay determinados
políticos, pero sobre todo votantes, familias; que apoyan una educación cada
vez más restrictiva hacia la variedad. Me asusta ver cómo se crean escuelas que
separan a los alumnos por sexo y familias que llevan allí a sus hijos. Me
asusta ver cómo hay padres “huyen” de colegios con inmigrantes y centros
educativos que los evitan dentro de sus aulas.
Y me asombra aún más cuando parte de estas familias
son las que más desearían ver a sus hijos graduarse al finalizar un importante
máster que les garantizara la entrada a los mejores puestos de trabajo. Qué
incoherencia esa actitud cuando estos másteres se imparten en escuelas que
quieren en sus aulas la mayor diversidad posible.
Es muy triste ver que ocurre esto. Si en un colegio hay muchos inmigrantes, niños con discapacidades los padres ya no creen que ese sea el centro "adecuado" para sus hijos. Pero mas triste e indignante es que nuestro dinero público vaya a estos tipos de centros donde separan por sexo, "invitan a salir" a los alumnos discapacitados y no admiten a los niños de otras nacionalidades.
ResponderEliminarEn estos centros no se vive la cultura real y con la sociedad que hay en la calle.
Creo que sólo me queda decir, viva la escuela pública, una escuela que admite a todos y enseña a convivir con todo tipo de personas.
Un saludo Elisa.