Parece que fue ayer el día que comenzó mi baja porque me encontraba regular durante el embarazo; parece que fue ayer el día que dejé a un lado el blog para cuidarme y cuidar a mi bebé; parece que fué ayer el día que mi hijo, viendo que ya no se podía quedar más en la tripita, decidió salir de forma natural; parece que fue ayer el día que lloraba sin saber por qué con él en brazos; parece que fue ayer cuando pasaron taaaantas cosas... y ¡¡ Pablo tiene ya casi 6 meses!!
Parecía que nunca iba a terminar ese maravilloso periodo en el que lo único que una madre tiene que hacer es cuidar a su bebé. Y ya he tenido que volver al cole, solo por unos días, los justos para recordarme que hay que ir retomando algunas cosas de la vida de antes, de esa vida de "ayer", de esa vida que ha cambiado muchísimo más de lo que me podía imaginar. Y como me parece imposible que vaya a poder compaginar el cuidado de mi bebé (y dentro de nada niño) con la vida profesional, quiero ir poco a poco volviendo a hacer cositas, aunque sean muy pequeñas, pero que me conecten con algo de lo que hacía antes...con el cole, con este blog...antes de que llegue todo de golpe en septiembre y sea aún más duro. Así que vamos a retomar el blog con una entrada que tenía ganas de escribir aunque no diga mucho en realidad (y que he tenido que escribir en unos ocho mini-ratos por lo que perdón si queda algo inconexa).
En la entrada anterior, en la que me despedía hasta dentro de muy poco, dejastéis un montón de comentarios de ánimo. En algunos me decíais que después de ser madre sería mejor maestra. Siempre he pensado que nuestro trabajo tiene una enorme carga formativa detrás que es lo que nos hace profesionales, y que no hace falta ser madre para ser una gran maestra (aunque algunos piensen que puede serlo cualquiera y que hacemos poco más que jugar). Y aunque lo sigo pensando, tengo unas ganas enormes de reencontrarme con mis alumnos para verles desde el otro lado, desde lo que son como hijos. Y también con sus madres.
En la entrada anterior, en la que me despedía hasta dentro de muy poco, dejastéis un montón de comentarios de ánimo. En algunos me decíais que después de ser madre sería mejor maestra. Siempre he pensado que nuestro trabajo tiene una enorme carga formativa detrás que es lo que nos hace profesionales, y que no hace falta ser madre para ser una gran maestra (aunque algunos piensen que puede serlo cualquiera y que hacemos poco más que jugar). Y aunque lo sigo pensando, tengo unas ganas enormes de reencontrarme con mis alumnos para verles desde el otro lado, desde lo que son como hijos. Y también con sus madres.
Me he acordado mucho de las madres de todos mis alumnos (padres, no os enfadéis, vosotros sois imprescindibles). Cuando me pasaba cualquier cosa, sobre todo el primer mes, pensaba siempre "Jo, y la madre de Fulanito también pasó por esto". Y me quedaba la duda de si desde nuestra profesionalidad valoramos suficiente lo que aportáis desde la maternidad a nuestros alumnos. Y de si los consejos que os damos son siempre compatibles con el día a día de vuestras casas. Y de si no damos por supuesto muchas cosas que quizá os quedan demasiado lejanas.
En la mayoría de los momentos del día a día en el aula estamos haciendo uso de nuestra faceta más profesional pero hay momentos en los que se entremezcla los estrictamente educativo con aspectos relacionados con la crianza. El sueño, la alimentación, las relaciones del niño con su familia, etc; influyen directamente en la vida de nuestra clase y en el aprendizaje de cada alumno. Creo que en todos estos aspectos voy a poder aportar ahora un poquito más a lo que se recomienda desde la pedagogía.
En cualquier caso, gracias padres y madres porque nos dejáis cada día lo que más queréis y en mi caso siempre habéis sido confiados y muy agradecidos/as con mi trabajo. Y por supuesto, gracias a Pablo, que me está enseñando a mí a ser madre y ya de paso, seguro que me hará mejor maestra.